Hoy recordaba la Cartilla fonética: “Yo amo a mi mamá, mi mamá me ama, yo mimo a mi mamá, mi mamá me mima”.  Estas oraciones que leí y escribí tantas veces quedaron grabadas para siempre en mi mente y en mi corazón, con el amor y la dedicación que mi mamá nos demostró a todos en nuestro hogar.  Ella reforzaba con hechos lo que la maestra enseñaba con los sonidos.

Con el pasar de los años, hemos podido observar cómo poco a poco se han ido desvirtuando las funciones de mamá para darle paso al concepto de mujeres profesionales exitosas. Por tanto, cada día son más las que se esfuerzan por ocupar un lugar en las listas de las privilegiadas, en lugar de ocupar el número uno en el corazón de la familia. Es innegable que debemos estar felices por los derechos y logros alcanzados por la mujer del siglo XXI, pero también es innegable el desarraigo en el que están desarrollándose los niños y adolescentes en las últimas décadas por el descrédito de la mujer como madre y amante de su hogar. Erróneamente se cree que al atender el hogar la mujer no se realiza profesionalmente y pierde su tiempo trabajando con unos hijos que un día se van a ir de su hogar.

Estas ideas equivocadas las han ido asimilando poco a poco las niñas y niños que serán adolescentes y que llegarán a formar su propia familia siguiendo los patrones que aprendieron. Por eso, muchas veces la frase “mi mamá me ama y yo amo a mi mamá” ha ido perdiendo significado en el corazón de los niños y niñas que viven en hogares en los que no hay arraigo ni existen fuertes dosis de amor y dedicación.  Ahora, en la “cartilla emocional” los niños dicen: “Yo amo a quien me cuida” o “Yo amo a mi abuelita” o “Yo amo a quien me acaricia”.

Esto no quiere decir que la mujer debe quedarse lavando y cocinando en la casa sin estudiar. Quien te está hablando es una madre de tres hijos ya casados, que se capacitó profesionalmente, pero dejó impreso en el corazón de ellos las lecciones de amor y los principios que han dirigido sus vidas y la de los hogares que ahora ellos han formado. El educarte no riñe con ser una buena madre y amar tu hogar. Lo importante es que estés consciente que la prioridad es la familia y todo lo demás debe alinearse con ésta, porque tus hijos tomarán la forma, harán un vínculo emocional e imitarán a aquellos con quienes pasan la mayor parte del tiempo. Si pasan más tiempo con amistades y familiares que con su mamá, se parecerán más a ellos que a ti.

La mujer tiene un poder extraordinario con la influencia que ejerce en su familia, por esa razón es tan importante que aproveches todo el tiempo que puedas para darle una formación a tus hijos basada en los principios que nunca pasarán de moda y les permitirán ser individuos íntegros, que no se doblegarán ante la presión de grupo. Así te honrarán siempre con su manera de vivir y vivirán agradecidos de ti por siempre.
Nunca olvides que las universidades, los trabajos y todo lo que puede ocuparte el tiempo que corresponde a tu familia, pasarán, pero tu amor, tu entrega, tu ternura, siempre estarán en el corazón de tus hijos y así mismo lo enseñarán a sus hijos. Solo así, podremos cambiar con nuestro ejemplo el curso desenfrenado que dirige nuestra sociedad hacia la destrucción.

Cada día son más los suicidios de niños y adolescentes, cada hora comienzan a experimentar con las drogas, el alcohol, la pornografía y cada día son más los adultos que se sumergen en la Internet buscando amor, amistad y conversación para lograr un vínculo emocional que no existe en su hogar.  Todos ellos están buscando llenar los vacíos emocionales y espirituales que han cargado por tantos años. Las nuevas filosofías de vida que tanto defiende y promueve la sociedad no han tenido buenos resultados.
Aprovecha la oportunidad que Dios te regala cada día para disfrutar e imprimir en el corazón de tu familia tu amor, tus caricias, tu tiempo y todo tu ser porque en el recorrido de la vida no volverás a pasar por el mismo lugar.